Misión. Paolo Caliari, conocido como Paolo Veronese, pues era natal de Verona, fue un pintor renacentista de la escuela veneciana, precursor del Barroco. Este lienzo de grandes dimensiones,

La disputa con los doctores en el Templo, que se conserva en el Museo del Prado, narra el último acontecimiento de la Infancia de Cristo: el Niño Jesús perdido y hallado en el Templo. San Lucas describe este pasaje evangélico que cuenta la costumbre de la Sagrada Familia de acudir anualmente a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Terminada la fiesta, emprendieron el viaje de regreso. Al no encontrarlo, volvieron a Jerusalén y lo hallaron hablando y enseñando a los doctores de la ley.
Verdadero Dios y hombre. Veronese representa a Jesús como un imberbe adolescente y sentado en unas gradas, por encima de los doctores. Es muy significativa esta postura, ya que indica que está ejerciendo un juicio: Él es el juez de la primera alianza. Es la exaltación de la Nueva ley por encima de la ley del pueblo de Israel. Además, el autor simboliza que las enseñanzas de Cristo son los pilares de la Nueva Alianza.
Sabiduría encarnada. Cristo, ubicado en el eje central de la composición, hace presente la misión de enseñar y revelar la Verdad. Su dedo índice de la mano derecha señala al cielo, el lugar de Dios Padre, y además es un signo del Espíritu Santo. De esta forma se revela la Trinidad en su enseñanza. Tres detalles más ayudan a comprender el conjunto de la obra: un reloj de arena alude al tiempo, correspondiente al Antiguo Testamento; un libro cerrado representa que sólo Cristo es digno de abrirlo y revelar el sentido salvífico de la historia. Y finalmente, la figura de un perro pequeño simboliza la fidelidad.
Escucha, disputa, incredulidad. Mientras Jesús enseña, los veinticinco doctores, retratados con suntuosas y ondulantes vestiduras propias del estilo veneciano, adoptan posturas variadas. A la derecha de Cristo, uno de ellos se inclina sobre el libro, absorto en comprobar la similitud entre las palabras de Cristo y las Sagradas Escrituras. Otro se lleva la mano al oído para escuchar mejor. Alguno, sorprendido, se señala a sí mismo ofendido. Otros cuchichean entre ellos. De esta manera se narra pictóricamente la expresión: “Todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas” (Lc 2. 47).
Silencio. Un anciano barbado, que sobresale de la composición, escucha a Jesús con gran atención. Este personaje viste el hábito negro de la Orden del Santo Sepulcro. Conservadores del Museo del Prado opinan que podría ser el mandante de la obra, relacionado con la familia Contarini.
Obediencia. En último plano aparecen san José y la Virgen. Veronese los retrata angustiados. La propia María señala a Cristo y muestra a su esposo, José, que lo han encontrado. “Hijo, ¿por qué nos has tratado así?”, preguntó Ella a su Hijo. A lo que Él respondió “Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?”. Jesús no discutía con los doctores para ganar la discusión, sino para mostrar que, más allá de entender las Sagradas Escrituras intelectualmente, lo importante es llevar a la práctica estas enseñanzas.
Artículo publicado en la edición número 76 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.