Misión. Nuestro entorno necesita una vuelta a la cortesía, la amabilidad y las buenas maneras. Con pequeños detalles de cortesía, cimentados en la virtud, podemos transformar por completo un ambiente frío, desenfadado y sediento del calor y cercanía.
Los buenos modales no son formas externas vacías, están enraizados en la ley del “amor primero”, es decir, en la ley de la caridad. De ahí que la cortesía emita un bálsamo a la vida que hace nuevas todas las cosas.
Antes, desde la más tierna infancia, los niños estudiaban un manual de cortesía: ceder el puesto por “edad, dignidad y gobierno”, levantarse de la silla para saludar a una persona mayor, dejar la derecha a las mujeres y a los niños…
Todos estos pequeños gestos se enseñaban en las casas y en las escuelas para crear un ambiente de respeto, y por lo tanto, de afecto genuino, aprecio y admiración. Para recuperar este sentido de la cortesía, te damos 10 sencillas claves.
1. Trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti. ¿Cómo? Con buena educación ¡y grandes dosis de cortesía! Lawrence G. Lovasik, autor de El poder oculto de la amabilidad (Ediciones Rialp, 2015), una joya de libro que debería estar en todas las casas, explica que la cortesía se manifiesta “cuando el respeto que sentimos hacia el otro no queda en secreto en el corazón, sino que se manifiesta exteriormente”.
Explica este autor de ascendencia eslovaca, que fue sacerdote y el hijo mayor de una familia de ocho hermanos, que la cortesía viene a ser como un compendio de buenos modales, paciencia, solicitud, espíritu de servicio y amabilidad. Él identifica esta fina cualidad humana con el hábito de tratar a las demás personas con deferencia y respeto, sencillamente “porque están hechas a imagen y semejanza de Dios”.
2. Acostúmbrate a decir “permiso”, “perdón”, “por favor” y “gracias”.No te olvides de pedir permiso cuando entras en el espacio personal de otro; de pedir perdón siempre que te equivocas; de decir por favor, por pequeño e insignificante que sea un favor que pidas; y de dar las gracias, cuando hayas recibido un favor o alguien sea amable contigo. Estas cuatro palabras –“permiso”, “perdón”, “por favor” y “gracias”– que se enseñan como las “palabras mágicas” por su poder de transformar el agua en vino y los leños fríos en brasas ardientes abren las compuertas del alma, suavizan los corazones resquebrajados, dibujan sonrisas en el rostro en las personas mayores, jóvenes y pequeñas. ¡Y embellecen todo cuanto tocan!
La cortesía es el respeto por el otro que sale del corazón y se pone de manifiesto
3. Ten en cuenta que la cortesía exige formalidad.El alma humana necesita de ciertos formalismos, de reglas de comportamiento, de normas de buena educación. Más aún, la psicología del alma humana reclama apoyo de normas de buen trato y la buena educación para poder establecer y mantener la relación con los demás. Lovasik decía que la expresión de un genuino respeto satisface “una necesidad imperiosa de nuestra naturaleza”. Nos hace mucho bien porque “el honor que nos rinden los demás de palabra y de obra acrecienta la alegría de vivir, fortalece nuestra buena voluntad y nos anima a perseguir ideales más altos”, puntualiza.
4. Crea buenos ambientes.Un buen ambiente eleva a la persona. Por eso, Ana Paula Barros, especialista en Educación Clásica y Neuroeducación, alerta de que conviene alejarse de la falsa etiqueta impuesta por las redes sociales que está creando un ambiente tóxico. Barros explica a Misión que “las redes sociales han desempeñado un papel significativo en arraigar la descortesía y la falta de civilidad” . Han difundido actitudes irreverentes y desdeñosas, hasta el punto de que ya “muchas personas ni siquiera perciben cuándo actúan de manera irrespetuosa”. El antídoto, sugiere ella, es buscar (y crear) ambientes donde se valore la educación y el comportamiento de acuerdo con la altísima dignidad de la persona.
Las redes sociales han difundido tanta irreverencia que ya muchos no perciben cuándo actúan de forma irrespetuosa
5. Practica las buenas maneras (también y más aún) con los que tienes cerca.Lovasik alertaba de que fácilmente nos puede ocurrir que seamos amables y educados con quienes no viven bajo nuestro techo y, en cambio, nos mostremos poco amables con quienes tenemos cerca. Sin embargo, “todas las personas merecen nuestra cortesía”, apunta. O como se ha enseñado siempre: “La caridad empieza por casa”.
6. Diferencia los buenos modales de las reglas de etiqueta. Ana Paula Barros avisa de que “conocer todas las normas de etiqueta no garantiza que una persona sea cortés o respetuosa”. “Los buenos modales son manifestaciones de amor expresadas en las acciones cotidiana”, explica. En cambio, la etiqueta social está a menudo “vinculada al estatus, a la autoimagen y a las apariencias, no con el propósito de edificarnos, sino para posicionarnos en la sociedad”.
7. La cortesía no pasa de moda porque es camino de virtud. Ana Paula Barros señala que la cortesía no pasa de moda ni es exclusiva de una cultura o de una época. Su relevancia se mantiene a lo largo del tiempo. La manera cortés de saludar, la hospitalidad, las muestras de compasión en la desgracia ajena… “todas las comunidades humanas han establecido códigos para regular estos comportamientos’, señala. Por su parte, san Juan Bautista de la Salle, en su tratado sobreReglas de cortesía y urbanidad para uso en las escuelas cristianasexplica que las buenas maneras son en sí mismas actos de virtud y a la vez el resultado de la unión de muchas virtudes.
Por eso, con detalles de cortesía todas las actividades humanas pueden convertirse en caminos de santificación. Y como apuntilla Lovasik “el verdadero intento de ser como Jesús es ya una fuente de dulzura en tu interior que se derrama con una gracia natural sobre todo lo que toca”.
8. La cortesía es contagiosa. La cortesía tiene un efecto dominó: ¡es arrolladoramente contagiosa! Un gesto de cordialidad lleva a los demás a ser también más educados y a serlo cada vez más. A la vez, suele ser más cortés quien más cortesía ha recibido, y los detalles de cortesía ayudan a influir positivamente en los otros, con el poder para cambiar el rumbo de los acontecimientos. La cortesía muestra un comportamiento fino que eleva el ambiente y embellece a las personas que en él habitan. Y, por si fuera poco, permite que el alma de las personas con las que tratamos se abra a Dios, incluso, como dice Lovasik, que se abran aquellos corazones “que parecían obstinadamente cerrados”.
9. A todo lo que hagas ponle un lazo cortés. A veces podemos emprender una buena obra, pero si no la engalanamos con buenas formas, carece de valor, porque lo que hacemos es importante, pero tan importante es el modo como lo hacemos. Cuando una empresa se acomete con este tono humano formal y serio, a la vez que amoroso y ponderado, quienes han sido parte de ella nunca la olvidarán, porque estos gestos dejan una huella en el corazón, y el corazón tiene mejor memoria que la razón.
10. No hables mal de nadie ni te portes mal con nadie.Por último, Lovasik reclama una práctica sencilla y muy sensata que sirve de fuente y entrenamiento para muchos actos de cortesía: “Habla amablemente al menos una vez al día, piensa algo amable de alguien al menos una vez al día y ten un gesto amable con alguien al menos una vez al día”.
Y si se te escapa una falta de cortesía, él recomienda que pidas perdón a Dios, te disculpes con la persona a la que has ofendido, y reces por ella. Porque –alerta este autor– nadie es indiferente al cómo le tratan los demás: “Una palabra ácida, un insulto o una burla duelen tanto como una bofetada en la cara”.