El Rey Balduino. El legado de su vida

ReL De joven, Javier Silva vivió una experiencia de Dios «intensísima» una Vigilia de la Inmaculada en Madrid en 1975 en un retiro carismático. ¿Con quién comentar algo tan especial? Con sus tíos.

 

Pero sus tíos eran Balduino y Fabiola, los reyes de Bélgica. Ellos  tenían su propia pequeña comunidad de oración y acompañamiento espiritual, con el arzobispo Suenens y la irlandesa Verónica O’Brian, la mujer que les había unido.

Javier Silva, que hoy es sacerdote, ha contado emocionado su relación con sus tíos, que le hicieron crecer en fe y espiritualidad. Lo ha hecho en el Santuario de Schoenstatt en Madrid el 29 de noviembre durante la presentación del libro El rey Balduino. El legado de su vida (Ed. Libros Libres), que recoge memorias del cardenal Suenens sobre Balduino y se amplía con fotos y textos espirituales que escribió el Rey.

En la presentación acompañaban al sacerdote el traductor, Pablo Cervera, y el editor, Álex Rosal. MaterMundi TV recogió el acto completo en vídeo.

Después de que Pablo Cervera sintetizara el contenido de la obra y sus principales puntos espirituales, Javier Silva (a partir del minuto 47) explica cómo conoció a Balduino y cómo le acompaña, aún hoy, en su vida espiritual.

«A mí de niño lo de Balduino me sonaba a beduino», contó el P. Javier, causando la risa del P. Cervera a su lado, y del público

Empieza recordando cómo veía a Fabiola, su tía carnal. «Era mi tía, soltera, que vivía con todos nosotros, a la que queríamos muchísimo los niños, porque nos contaba cuentos y estaba siempre cerca… Qué sorpresa cuando nos dicen en el año 60 que la tía Fabiola, entrañable y cercanísima, se casaba con el Rey Balduino», recuerda.

«A mí lo de Balduino me sonaba a beduino, yo tenía 7 años. Cuando conocí a Balduino me llevé un chasco tremendo, porque esperaba un rey con turbante como Melchor o Gaspar y me encontré con un señor normalísimo y corriente», comenta con humor.

«Experiencia poderosa de Dios en un retiro carismático

«En diciembre de 1975, en una Vigilia de la Inmaculada de Madrid, tuve una experiencia profunda en un grupo de Renovación Carismática que estaba haciendo una convivencia», explica Silva.

«Sentí el amor de Dios de una manera intensísima. Recuerdo que le dije al Señor esa noche: ‘Señor, aunque viviera mil años en la oscuridad absoluta y el sufrimiento, nunca podré dudar de que eres Amor'». 

Esa experiencia cambió toda su vida, sus puntos de referencia. ¿Con quién compartir algo tan íntimo y transformador? «Unos días después, el 21 de diciembre, fuimos a Motril [a la casa de vacaciones de los Reyes] y le conté al tío y a la tía esta experiencia que había vivido yo, y el giro copernicano que había significado en mi vida, esa experiencia intensísima de la presencia del Señor Resucitado».

Ellos ya conocían la Renovación Carismática y su espiritualidad, la experiencia transformadora de la efusión del Espíritu y el encuentro cercano con Dios que puede suscitar. Entendieron bien de qué hablaban.

Una comunidad espiritual peculiar

«Me dijo el tío: «Cuando vayamos a Bruselas te vendrás con nosotros porque quiero presentarte a dos personas a las que quiero que cuentes esto que nos has contado a la tía y a mí». Y así fue su primer encuentro con el cardenal Leo Joseph Suenens y con Verónica O’Brian.

Suenens y O’Brian eran admiradores de la espiritualidad de la Legión de María en los años 60, y en los 70 incorporaban a eso la espiritualidad de Renovación Carismática que había nacido en 1967. Formaban un grupo de oración y acompañamiento espiritual con Balduino y Fabiola.

El P. Silva se incorporó al grupo en cierta forma, compartiendo oraciones e inquietudes. En el grupo usaban apodos: «Michel» era el cardenal, «Grace» era la irlandesa Verónica O’Brian, «Luigi» era el apodo del Rey y «Magda» o «Avila» eran apodos de Fabiola. Esa comunidad espiritual acompañó durante años al joven Silva.

El sacerdote novato y el Rey

En octubre de 1978, tras unos ejercicios espirituales, Silva sintió la llamada al sacerdocio. Como regalo de ordenación, Silva pidió al Rey Balduino «el rosario que más hayas usado tú para rezar». El sacerdote lo mostró al público en la presentación… «es este que tengo aquí».

Además, ese día su tío el Rey enseguida lo llevó a un aparte y de rodillas le dijo: «Padre, me quiero confesar y recibir su primera absolución». Silva se emociona al recordarlo.

Con la muerte de Balduino, dice Silva, «se ha intensificado nuestra relación, lo siento más cerca, y más dentro, y más compañero, como un ángel en mi camino. He sentido su acción de intercesión en mi vida sacerdotal. Creo que ha sido un santo protector».

Silva piensa que Balduino ha sido también un intercesor por las vocaciones en la familia Un sobrino de Silva es sacerdote diocesano de Madrid misionero en Costa Rica y un hermano de aquel entrará en el seminario en Nueva Orleans en enero. Una prima hermana del P. Silva es carmelita en el Cerro de los Ángeles y una sobrina religiosa en Iesu Communio. «La fecundidad espiritual de este grupo en la familia nos ha marcado a todos», señala.

Espiritualidad desde la debilidad asumida

Silva supo durante sus años de trato cercano con Balduino que «se sentía enormemente débil, con una pobreza extrema, y ese es uno de los secretos de la santidad de mi tío: era un anawim, un pobre de Yahvé, un pobre de espíritu. Pese a ser Jefe del Estado y Rey, ante Dios era pobre y sencillo. Tenía el ardor de decir: Señor, ayúdame a asumirme plenamente, a abrazar mi propia debilidad como gracia, porque es desde esa debilidad desde donde tú construyes la santidad».

Invita a leer el libro El Rey Balduino «en oración, para recibir gracia, para sentir la comunión con estas personas santas. Habrá momentos que conmuevan y emocionen: ahí hay que detenerse y acoger la gracia».